Mientras la tarde pinta el cielo con mostaza,
quisiera cambiar a Jesucristo por aceite de tiburón,
a Marco Polo por una noche oscura y despejada,
a Pitágoras por una serpiente que no produzca miedo,
a la pechuga de un ave por el libro de Juan Salvador Gaviota,
y a los imperios por un mundo
donde nadie mande sobre todas las cosas…